Hace pocos días, un Boeing B-777 de United Airlines que despegó del aeropuerto de Denver hacia el de Honolulu (vuelo 328), sufrió el desprendimiento de partes y la salida de servicio de su motor número dos. Debido a esto, el avión debió retornar a la capital de Colorado donde aterrizó sin mayores inconvenientes y sin que se produjeran lesiones entre los pasajeros ni la tripulación.
Un análisis preliminar elaborado por la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (National Transport Safety Board, NTSB, de Estados Unidos), revela que el daño se circunscribió al motor y el fuselaje no sufrió alteraciones. En el motor propiamente dicho, un Pratt & Whitney PW4000, la “boca” de entrada y parte de la cobertura de la góndola donde se aloja el motor se desprendieron en vuelo; se fracturaron dos álabes del motor (una de ellas cerca de la raíz, la otra a la mitad), una de esas partes se incrustó en el anillo de contención del motor; mientras que otros álabes presentaban daños en las puntas y los bordes de ataque.
Debido a esto, la NTSB recomendó suspender las operaciones de los Boeing B-777 equipados con motores PW4000. La recomendación fue convertida en orden por la FAA en Estados Unidos y por las autoridades aeronáuticas de Japón (la Japan Civil Aviation Bureau). Por último, la propia Boeing ordenó dejar en tierra e inspeccionar a las aeronaves en cuestión, un total de 69 en operaciones (hay otros 59 pero que están almacenados), hasta que se conozca en profundidad lo sucedido.
Es de esperar que la revisión de urgencia tome a los operadores (las líneas aéreas) varios días, obviamente dependiendo de cuántos de estos B-777 tienen operativos. La contraparte es que debido a la crisis, hoy hay excedentes de aviones y la enorme mayoría de las empresas dispone más aeronaves en sus organigramas de los que se utilizan para volar hoy, de modo que es previsible que los servicios no sufran mayores alteraciones porque las máquinas pueden ser reemplazadas por otras.
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